Este pasado viernes se estrenó la última película del director canario Mateo Gil, habitual colaborador de Alejandro Amenábar (co-guionista de "Ágora", "Abre los ojos", "Mar adentro" o "Tesis", además de "Vanilla Sky" y "El método"), y esta ha entrado al décimo lugar de la taquilla en su primer fin de semana. "Blackthorn: sin destino" es el segundo film del director, contando aparte la TV-movie "Regreso a Moira" concentrado dentro del proyecto "Películas para no dormir", tras "Nadie conoce a nadie", película con la que sorprendió y obtuvo un gran éxito.
Supongo que debo empezar por reconocer que, a pesar de mi admiración por el gran Clint Eastwood, no soy muy fan del género western. Sin embargo, "Blackthorn" me llamó la atención desde la primera vez que vi su trailer.
Mateo Gil derrocha talento en este nuevo y valiente proyecto: no todos los años se realizan westerns en nuestro país (los últimos serían "Un dólar por los muertos" de 1999, o quizás, para quien considere que lo es, "800 balas", de Álex de la Iglesia en 2002). Y las diferencias con estos films son abismales: este es sin duda, el mejor western creado nunca en nuestro país. Al nivel de de los mejores que nos han llegado en los últimos años desde América, como podrían ser "El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford", "Apaloosa", "Open Range" o "Valor de Ley".
"Blackthorn" cuenta la historia del legendario forajido Butch Cassidy, que, se supone, murió en Bolivia en 1908, tiroteado junto a su amigo Sundance Kid. Esto es lo que dice la versión oficial. Pero lo cierto es que ha pasado veinte años escondido, encubierto bajo el nombre de James Blackthorn, y ahora quiere volver a Estados Unidos. Sin embargo, pronto encontrará en su camino a un joven ingeniero español que acaba de robar la mina en la que trabajaba y que pertenece al empresario más importante de Bolivia...
La historia está bien trabajada, aunque también es cierto que no termina de enganchar al espectador, que no resulta del todo absorbente, y que, además, deja algunas preguntas en el aire. A pesar de ello, el film tiene un buen guión (creado por Miguel Barros), con frases y diálogos que te dejan marcado, una música cautivadora, y una preciosa e impactante fotografía de Juan Ruíz Anchía por los desiertos bolivianos.
Para tan arriesgado proyecto, Mateo ha encontrado un elenco de garantías: la presencia de una estrella del nivel de Sam Shepard ("Elegidos para la gloria", "El informe pelícano", "El diario de Noa"...), protagonista absoluto del film en su rol de James Blackthorn/Butch Cassidy, es apostar sobre seguro. Sam actúa con el aplomo y la sobriedad que se le supone a tan complicado personaje. Y está de 10. Tampoco desentonan ninguno de sus acompañantes: Magaly Solier ("Amador, La teta asustada"...), Stephen Rea ("Nada personal", "V de Vendetta"...), Nikolaj Coster-Waldau ("Juego de tronos", "Wimbledon"...), Dominique McElligott ("Moon"...), Padraic Delaney ("El viento que agita la cebada"...).
Y por supuesto, hay que destacar a Eduardo Noriega, uno de nuestros mejores actores (como ya he dicho alguna vez, infravalorado por la Academia que no le ha dado ningún premio Goya), al que, al igual que en "Nadie conoce a nadie", Mateo Gil vuelve a regalar un papel que le viene como anillo al dedo. Y este, responde brillando en todas y cada una de sus escenas, interpretando al intrépido Eduardo. Su conexión con Shepard es absoluta.
Mi valoración: 7
En general, me gusta bastante el cine de Mateo Gil, pero el western me tira muy poquito, la verdad...
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